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Cómplices del engaño

Título original: Hit Man
Origen: EE.UU.
Dirección: Richard Linklater
Guión: Richard Linklater, Glen Powell, basado en un artículo de Skip Hollandsworth
Intérpretes: Glen Powell, Adria Arjona, Austin Amelio, Retta, Sanjay Rao, Molly Bernard, Evan Holtzman, Gralen Bryant Banks, Mike Markoff, Bryant Carroll, Kate Adair, Martin Bats Bradford, Morgana Shaw, Ritchie Montgomery, Richard Robichaux, Jo-Ann Robinson
Fotografía: Shane F. Kelly
Montaje: Sandra Adair
Música: Graham Reynolds
Duración: 115 minutos
Año: 2023


6 puntos


UN PAR DE GIROS DE MÁS

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Puede pensarse a todo el cine de Richard Linklater como un tratado sobre los distintos niveles de las relaciones humanas. Es decir, cómo nos construimos y definimos nuestras identidades en base al vínculo con los otros, desde individuos específicos hasta comunidades, instituciones o conjuntos de personas. Muchas veces, ese análisis ha ido de la mano con una reflexividad sobre cómo el arte -y especialmente el cine- es capaz de potenciar los lazos identitarios o la mirada de los propios sujetos sobre sí mismos. Una de las capas de los esquemas relacionales está atravesada por la mentira, la trampa o, directamente, el crimen, y ya había sido transitada por el cineasta particularmente en Bernie, una de sus obras más subvaloradas. Ahora Linklater encuentra un nuevo aliado en Glen Powell, y el resultado es Cómplices del engaño, una película que, a pesar de ser simpática, quizás termina dando un par de giros de más.

El film, coescrito por Linklater y Powell, está basado ligeramente en hechos reales, a los que indudablemente retuerce todo lo que puede. El relato sigue a Gary Johnson (Powell), un profesor universitario que da clases de psicología y que, cuando no hace docencia, se dedica a proveer servicio técnico (micrófonos y cámaras) a la Policía de Nueva Orleans. Un hecho casual lo lleva, forzadamente, a saltar al campo, donde debe pretender que es un asesino a sueldo, para atrapar a alguien que quería pagar por un homicidio. Su actuación resulta ser impecable y a partir de ahí empieza a cumplir con ese rol de manera asidua, siempre al servicio de las fuerzas del orden, hasta que le toca una “cliente” llamada Madison (Adria Arjona), con la que se involucra románticamente. Y ahí es cuando el asunto empieza a complicarse seriamente.

En los primeros minutos, Cómplices del engaño se presenta como una comedia policial simpática, sobre un tipo asombrándose de sí mismo, de cómo es capaz de montar distintos personajes, sacando al exterior una oscuridad que no sabía qué tenía adentro -es muy divertida y astuta su descripción de cómo construye un asesino distinto de acuerdo al perfil del cliente-, para luego guardarla y proseguir con su vida normal, hasta aburrida, pero aún disfrutable, de profesor universitario. Es con la aparición del personaje de Madison que la película pasa a ser una “romántica”, aunque de forma retorcida, incluso tensa a partir de la información que como espectadores sabemos que está oculta. Aún así, esa tensión no deja de alternar con un tono relajado y disfrutable, porque al fin y cabo el relato se concentra en explorar el vínculo personal, primero “sin compromisos”, luego más profundo entre Gary y Madison. Todo ese pasaje es posiblemente el más interesante del film, a partir de cómo las mixturas genéricas y de tono alimentan una meta-narración donde lo real se fusiona con la ficción, incomodándonos y relajándonos a la vez.

Sin embargo, hacia la última media hora, Cómplices del engaño empieza a mostrar sus caras de forma más patente, exponiendo el juego de mascaradas, involucrando a otros personajes, además de Gary, en el acting identitario. La trama se enreda cada vez más y, por más que la puesta en escena de Linklater se las arregla para llevarnos de las narices por el lado del thriller sin abandonar la comedia, queda la sensación de que se privilegia la astucia en las vueltas de tuerca antes que la coherencia en las acciones de los protagonistas. En particular con el último giro, que opera como un guiño casi burlón al espectador, que coloca al film en un lugar casi inverosímil, donde ni la propia metaficción es capaz de sostenerse. Es como si Linklater y Powell nos dijeran “mirá como te engañamos, vos sos el principal estafado”, pero en el medio se olvidaran de lo que habían contado previamente. Eso no quita que Cómplices del engaño fluye sin problemas, aunque en el medio pierde algo de la humanidad característica de la filmografía de Linklater.


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